Apuré el chinchon de un trago. Por el culo del vaso dibujé una silueta, dejé volar a mi mente, me cegó un poco el alcohol. Y al abrir los ojos vi que la borrosa silueta se habia combertido en princesa y eras tú, apareciste tú.
Yo me levanté de la silla, hacia ti me encaminé. ''¿Puedo darte un beso niña?'' y después me avergoncé, de mi. Pero no pude resistirme y te pregunté otra vez, ''¿Puedo darte un beso niña, aunque sea en la mejilla?''
Tu me dijiste si, me respondiste si.
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